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Blanca flor del Carmelo,
vid en racimo,
celeste claridad,
puro prodigio.
Al ser, a una,
Madre de Dios y virgen:
¡Virgen fecunda!
Señora, desde siempre
los carmelitas
nos tenemos por hijos
de tu familia,
y confiamos
que un día nos acojas
en tu regazo.
María, puerta y llave
del Paraíso,
queremos desatarnos
y estar con Cristo;
si tú nos abres,
reinaremos allí,
con tu Hijo, ¡oh Madre!