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Hacemos la historia y la historia nos hace. Cada uno de nosotros es marcado por la época, por el lugar social, por la situación económica, política y religiosa donde vive y por las opciones que ha hecho a lo largo de su vida. Lo mismo podemos afirmar sobre los profetas: cada uno es fruto de sus opciones y de su contexto social.
El profeta Isaías presenció y vivió la injusticia practicada por la élite dirigente y las consecuencias de esa situación en la vida del pueblo. De acuerdo con su fe en “el Señor de los ejércitos” (1, 9), el “Santo de Israel” expresiones muy usadas por él para hablar de Dios y sensible a los pobres, a quienes él llama cariñosamente “mi pueblo”, Isaías denunció: “¿Qué derecho tienen ustedes de oprimir a mi pueblo y de desfigurar el rostro de los pobres?” (3, 15). Isaías exigía justicia dentro de la monarquía davídica. Hijo de su contexto histórico-social, creía que un rey justo y bueno podría crear una sociedad humana y fraterna.